Esta mañana nos hemos desayunado con una interesante entrevista en El País a José Félix Tezanos, recientemente nombrado presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El tema estrella de la entrevista son los métodos de estimación electoral del Centro, dado que el barómetro de Septiembre del CIS, que coincidió con la llegada al organismo público del nuevo equipo, causó cierta polémica al cambiar el método de estimación por otro que resulta mucho más favorable al PSOE.
Al margen del tono defensivo de Tezanos —comprensible hasta cierto punto, porque estará ya aburrido de contestar una y otra vez las mismas preguntas—, el argumento principal es que más de la mitad de encuestados está en la indecisión. Y que, por tanto, el CIS ha optado por hacer una imputación sencilla de las respuestas de los encuestados (intención + simpatía) en lugar de inventarse un método para adivinar dónde van a ir todos esos indecisos.
Es decir: en lugar de cambiar la cocina de la encuesta, el CIS ha optado por eliminarla y ofrecer un resultado en el que no hay margen a la interpretación propia de los analistas del organismo público.
Entre fogones
En un mundo ideal, todo el mundo respondería a todas las preguntas con total sinceridad, pero en la práctica eso no es así. Simplificando mucho, hay dos problemas importantes a la hora de interpretar una encuesta electoral:
- Mucha gente opta por no responder ante las preguntas de naturaleza electoral, o está indecisa.
- Incluso si se responde, no siempre se hace de forma sincera. Por ejemplo, ante una pregunta de recuerdo de voto, es habitual que el recuerdo no coincida con el resultado real de la elección. Hay gente que no votó pero que responde como si hubiera votado, o que varía su recuerdo en virtud de la simpatía o rechazo que tenga en el momento.
Estos efectos crean «sombras» en la encuesta. Las cocinas son simplemente métodos para tratar de paliarlas y así llegar a una imagen realista de lo que harán los electores. Ese es el motivo de que la intención de voto directa de una encuesta y la estimación de voto sean diferentes (a veces por mucho).
El toque del chef
Lógicamente, toda cocina implica una cierta subjetividad, que será mayor cuanto más incertidumbre haya en los datos de partida. Si le das una misma encuesta a dos analistas, llegarán a estimaciones de voto diferentes, aunque seguramente similares. Desde ese punto de vista, el argumento de Tezanos tiene sentido, más allá de que, con un cambio tan radical, lo mejor hubiera sido cambiar el título «ESTIMACIÓN DE VOTO» del informe del CIS por otro que no llevara a confusión.
Sin embargo, sigue siendo debatible que no merezca la pena hacer una estimación de voto. Al contrario, todos los que de una forma u otra trabajamos profesionalmente con sondeos sabemos que el objetivo final es ofrecer una estimación lo más fiable posible.
Un plato improvisado
Como los microdatos del sondeo se publicaron recientemente en la página del CIS, una tentación obvia es usarlos para hacer una estimación de voto con nuestra metodología y ver cómo de diferente es de lo que ofreció el CIS. Este es el resultado:
Para cada partido, la tabla recoge el porcentaje estimado de voto sobre voto válido, el porcentaje sobre el voto a candidaturas, el porcentaje estimado por el último CIS (que es también sobre candidaturas), la diferencia entre ambos valores (Dialoga-CIS), el resultado de 2016 y la diferencia entre nuestra estimación y el resultado electoral.
Gráficamente, para los principales partidos:
En nuestra estimación, el PSOE baja casi tres puntos y medio respecto a la del CIS, en beneficio sobre todo del PP, que se despega bastante de Ciudadanos. El bloque de Podemos también sube, especialmente gracias a la marca principal. La otra cara de la moneda son los partidos nacionalistas, que retroceden en general. En relación con el resultado de 2016, el PSOE y C’s son los grandes beneficiados, a costa del PP y de Podemos, pero estos últimos aguantan bastante mejor de lo que sugiere el CIS.
Además, siempre que se hace una estimación hay ciertos parámetros que se pueden modificar. Por ejemplo, nuestro modelo nos indica que una mayor participación favorece al PSOE y, algo menos, a Unidos Podemos, mientras que C’s y las confluencias (sobre todo En Comú) sufren.
El punto de sal
Hay que tomar esta estimación con un mínimo cuidado por dos motivos. El primero es que, en nuestros sondeos, incorporamos varias preguntas que no están en el CIS y que son importantes para nuestro método, que nos ayudarían a tener una estimación más certera. Y el segundo es que aún hay cosas que habría que corregir (el voto en blanco, por ejemplo, está sobrerrepresentado, y seguramente habría que entrar en más detalle en las fuerzas nacionalistas). Así que, evidentemente, si hiciéramos esto de una manera más científica tendríamos que seguir trabajando, pero con lo anterior ya podemos sacar conclusiones interesantes, sobre todo para los partidos de ámbito nacional.
Sitio para el postre
La ventaja de tener los microdatos es que cualquiera puede replicar el mismo experimento que hemos hecho nosotros y llegar a su propio escenario de estimación de voto a partir de los datos del CIS. (Si alguien se anima, será interesante ver hasta qué punto coincidimos). Por desgracia, habitualmente el CIS publica los microdatos bastante después de la salida de los resultados.
Si el CIS va a abandonar las cocinas sofisticadas, como parece el caso, y además va a optar por una cadencia más rápida en los estudios, podría ser interesante que se hiciera un esfuerzo para publicar los microdatos (o, al menos, una versión provisional de los mismos) más rápidamente. Además de ser útiles para los investigadores y analistas, esto ayudaría a minimizar las previsibles polémicas que el método de estimación (sea el que sea) siempre acaba generando.